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miércoles, 12 de febrero de 2014

A N S I E D A D 1




Tenía 16 años cuando empecé a familiarizarme con la SOLEDAD

La adolescencia es una etapa difícil,  mucho más cuando eres una persona introvertida

Recuerdo que pasaba horas encerrada en mi cuarto

Nadie en casa daba importancia a ese pequeño detalle

Me volví una niña malhumorada.  Siempre tenía el no en la boca. Me rebelaba contra todo

Cualquier cambio en mi rutina me hacía muy vulnerable

Comencé a sentir miedo.  Levantarme por las mañanas se convirtió en un reto.  Estaba muy asustada.  No entendía qué me estaba sucediendo.  La tristeza se apoderó de mí

Por otro lado, cómo iba a explicar en casa algo que ni siquiera yo entendía.  Mi padre se pasaba el día trabajando y mi madre tenía que cuidar de sus cuatro hijos.

No podía compartir mi angustia con nadie.  Era una situación terrible

Con el tiempo llegué a perder el control sobre mis pensamientos.  No podía controlarlos.   El TOC (trastorno obsesivo compulsivo) entró en mi vida sin avisar.  Aquello se convirtió en el mayor de mis castigos.

Sólo una pregunta en mi cabeza

¿Me estaba volviendo LOCA?

Así empezó mi tortura.  Ha sido una batalla tremendamente difícil. Veinticinco años después, sigo en tratamiento.



Dedico este relato a los niños que sufren TOC -que son muchísimos- y cualquier tipo de trastorno derivado de la ANSIEDAD

Papis,  a cualquier actitud diferente a la habitual, hablad abiertamente con el peque.  Los niños necesitan desahogarse al igual que los adultos, sino más

LA FORTALEZA es importantísima.  Sin ella no estaría hoy aquí


WE ARE THE WORLD
(Nosotros somos el mundo)






1 comentario:

  1. Mi cronología existencial se parece mucho a la tuya.
    En mi adolescencia sufrí de soledad... etc. etc. etc.

    Como me rompe la rima:
    De ponerla donde no quiero,
    a dejarla donde está.
    Como esgrime el momento:
    De decir lo que sí quiero
    y el no poderla dejar.
    Como se rompe la forma:
    Por quererla así cuajar,
    por darle al fondo un sentido,
    por dejarlo en su merecido lugar,
    por darle a la vida un sentido:
    Como rompen las olas
    la soledad del mar.

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